—¿Pero cómo me has podido poner de nuevo con él? ¿Es que no sabes cómo es? Somos amigos pero es la quinta partida que nos toca juntos. Es inaguantable. Y lo sabes. Exijo que me cambies antes de que llegue y se entere… —Señor Pérez, buenos días. Mire qué sincronía; acaba de encontrar a su pareja de juego de hoy —saludó el recepcionista con una falsa sonrisa. El jugador del que hablaban acababa de traspasar el umbral de la puerta. —Vaya, qué casualidad, Jesús. ¡Otra vez juntos! Voy a dejar de creer en la casualidad y voy a empezar a sospechar que me escoges para ganar. Qué buen tándem hacemos, compañero— el señor Pérez se abrazó a su amigo Jesús mientras respiraba aliviado. A juzgar por su buen humor, esta vez no tendría conflictos con su compañero de partida. —Pues, sí, Antonio. No hay nada mejor que jugar con los amigos, ¿verdad? —mintió— venga, que los otros dos nos esperan en el tee de salida. Nos ha tocado el 10. —Sí, vámonos, que nos pilla un poco lejos. Ambos se
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