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11. LA VENTANA

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La casa llevaba cerrada ya demasiado tiempo. Abrí la puerta de entrada con esfuerzo. Las bisagras chirriaron oxidadas por las inclemencias del tiempo. Al entrar, el polvo suspendido en el aire atascó mis vías respiratorias. Fueron unos segundos de ataque furtivo. Mis ojos lloraron, mi garganta carraspeó. La oscuridad lo inundaba todo. El olor a cerrado era nauseabundo. La falta de luz me asustaba, así que me di prisa en abrir los porticones de madera. Una luz plateada suavizó la atmósfera. Entonces maldije aquella reunión eterna, el tráfico lento a la salida de la ciudad y los trabajos infinitos en la carretera. Me hubiera gustado llegar con luz diurna. Me hubiera sentido más segura. Busqué la linterna en mi bolso. Los plomos deberían estar detrás de la puerta si recordaba bien. Y, como era de esperar, seguían allí. Los  subí y una luz mortecina inundó la estancia. Las bombillas estaban envueltas en madejas de telarañas que se enroscaban como las hiedras del jardín. Los muebles

10. UN HECHO DEL TODO EXTRAORDINARIO

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Ilustrador: Javier Garcia La muñeca reposaba en la última balda olvidada. Estaba llena de polvo. Hacía tiempo que nadie la sostenía. Estaba rota. Recordaba triste y nostálgica los buenos tiempos cuando las niñas de la casa se peleaban por jugar con ella. Ahora las niñas ya eran mujeres que no jugaban con muñecas. Respiró profundamente, pesadamente, cansadamente… Sí, las muñecas respiraban aunque nadie se diera cuenta de este hecho extraordinario. Hacía años que era ignorada por todo el mundo y eso le dolía. Un dolor que eres su único amigo y compañero. Suspiró amargamente. Tampoco se deshacían de ella cosa que la mantenía con la esperanza de que en cualquier momento vinieran tiempos mejores. Tiempos donde ella volvería a ser la estrella principal de la obra, tiempos donde volverían a jugar con ella. Sonrió ligeramente. No recordaba la última vez que había reído a carcajadas. No recordaba la última vez que había sigo feliz. El caso era que ella hablaba. Decía cosas. Soy tu amig

09. CONFIDENCIAS

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15 de septiembre de 1996, Tarragona Querido diario:  Ni tan siquiera sé por qué empiezo a escribirte, tal vez sea porque necesito expresarme de alguna manera con alguien que sé que no me traicionará. Ya casi es el final del verano. Hoy llueve y voy en un tren, un Cataluña Exprés para ser más exactos. Destino: Barcelona-Estación de Francia. Hora de llegada: las 15:45. ¿Por qué me he subido a un tren si el trayecto dura sólo una hora? Posiblemente sea porque necesito escapar, aunque sea por poco tiempo, de la realidad que me rodea; necesito olvidar lo ocurrido, aunque resulte difícil; necesito volver a ser lo que era, una chica de espíritu romántico que pueda saltarse las normas de esta época (que no es la suya); necesito sentirme mística cuando escribo y en la vida diaria; necesito sentir el amor; necesito que el hielo de mi corazón se funda; necesito a mi madre; necesito todo lo que aquel fatídico día y aquella maldita llamada telefónica me arrebataron.  Yo tení